El abuelo
Apoyado en su cayado, calla,
amortiguando el odio
por detrás de la ventana
y recuerda
cómo un camarada cayó
en el frente.
El lápiz no duele la palabra
que no se dice;
los silencios, silencian la memoria
y una mirada perdida,
pierde un tiempo que le sobra.
Pasos lentos,
su alma ya no puede rendir
cuentas al tiempo.
Pasos tranquilos
esquivan las lagunas
que la vida da.
Y su mano, junto a la mía
estrecha el eslabón
de mi compañía.